“…Yo soy fundamentalmente optimista. No puedo decir si soy así por naturaleza, o por crianza. Parte de ser optimista es mantener la cabeza apuntando hacia el sol, y tener los pies caminando hacia delante. Hubo muchos momentos oscuros cuando mi fe en la humanidad fue puesta a prueba, pero yo no podía entregarme a la desesperación. De esa manera enfrenté la derrota a la muerte…”
Estas palabras son de Madiba, sobrenombre otorgado a Nelson Mandela en señal de respeto por el consejo de ancianos de su tribu también nombrada de la misma manera.
Este año se cumple el centenario de nacimiento de uno de los hombres más importantes en la historia de África y una figura indiscutible para la humanidad. Numerosas son las virtudes que lo han convertido en una persona admirable, muchas de ellas perfectamente reflejadas por Morgan Freeman en la película Invictus. Seguro que entre todas ellas generaron el equilibrio psicológico tan necesario, además de fortaleza física y porque no decirlo algo de suerte, para llegar a ser un venerable nonagenario.
Sufrió las consecuencias de un régimen perverso que lo mantuvo en prisión durante 27 años. A pesar de ello nunca perdió el optimismo y siempre estuvo seguro que sería excarcelado y triunfaría la justicia y la verdad. Él mismo lo relata en su libro Un largo camino hacia la libertad.
¿Pero realmente el optimismo influye en nuestra salud o es la salud la que influye en nuestro estado de ánimo? Si solo ha contestado afirmativamente a la segunda opción tiene una nueva oportunidad para releer la pregunta y responder de nuevo.
Si no estamos familiarizados con este tipo de estudios podemos pensar que son muy subjetivos ya que el optimismo no se puede cuantificar, pero no sólo sí es posible realizar estas mediciones sino que en el análisis de resultados mediante métodos estadísticos se consigue eliminar el ruido que pueden originar otras variables confundentes.
Es indudable que las personas que gozan de buena salud física tienen más probabilidad de disfrutar de un ánimo positivo, aunque no siempre es así, y está demostrado que los sujetos optimistas gozan de mejor salud física. En estudios recientes los sujetos más optimistas disminuían la probabilidad de sufrir fallo cardiaco en un 48%. El ser positivo no sólo preserva el corazón sino también el cerebro (lo cual parece bastante razonable) y ha quedado demostrado en otro trabajo que el optimismo juega un papel protector muy importante frente a sufrir un ictus en los pacientes mayores.
Cualquiera de nosotros sin conocer los trabajos previamente expuestos, sólo mediante el sentido común (el cual abunda en los lectores de este blog), hubiera sido capaz de imaginar que a más optimismo menos riesgo de enfermar, aunque sólo sea por la capacidad que se tiene de gestionar el estrés cuando uno está empapado de energía positiva. Hasta aquí bien, pero si nos protegiera frente a la muerte eso ya sería la repanocha.
En un trabajo publicado recientemente analizaron la asociación del optimismo con causas específicas de muerte, “sólo” en 70.000 sujetos y encontraron una fuerte relación estadísticas entre un elevado nivel de positivismo y una disminución del riesgo de muerte por cáncer, fallo cardiaco, ictus, enfermedades respiratorias e infecciones. Como curiosidad a este estudio añadiré que todos los sujetos eran mujeres.
A los que tenemos la suerte de contar con una esposa excepcional (como es mi caso) no nos sorprenden los resultados del estudio anterior, pero para corroborar aún más esta información le sugiero un último trabajo donde se ha demostrado que tener una esposa optimista mejora la situación física y disminuye el riesgo de enfermedades crónicas en el marido.
Por su salud sea positivo y si tiene opción de tener una mujer optimista cerca ganará mucho.