Metaverso. ¿Moda o una herramienta valiosa?

El metaverso está de moda. Las empresas de todos los sectores buscan como posicionarse en esta extensión de internet. Sin embargo, la mayoría de los particulares aún están más ocupados en comprender que implicará el más allá del universo (significado de metaverso). En el mundo tecnológico todos se preparan para el salto a la nueva dimensión. No hay semana en la que no se publique en la prensa general alguna noticia sobre este modelo inmersivo. El metaverso está de moda.

La medicina tampoco escapa a esta nueva corriente tecnológica. En primer lugar, porque la ciencia médica debe estar cercana al ser humano, en la sociedad. Y además porque hoy no se concibe la medicina sin un peso importante de la tecnología.

Uno de los problemas es atisbar en que medida la medicina se beneficiará del metaverso y que puede este aportar a la misma.

Es probable que ante este mundo desconocido muchas personas del sector sanitario empleen la negación como mecanismo de defensa. Sin embargo, personalmente me parece difícil mantener que esta nueva ola no nos alcanzará.

Como muestra un botón. Meta, el conglomerado de empresas digitales de Zuckerberg, anunció a principio del año 2022 que hasta entonces había invertido en el desarrollo del metaverso unos 13.000 millones de dólares. Esta cifra sorprende más si la comparamos con los “escasos” 3.000 millones que le costó a Apple desarrollar el Iphone. En 2030 se estima que el mercado del metaverso moverá unos 5 trillones de dólares.

La medicina digital

Al empeño de las grandes tecnológicas hay que sumarle el gran desarrollo de la medicina digital en los últimos años. La consultora IQVIA en un informe de 2021 cifraba en 350.000 el número de aplicaciones de salud disponibles en Google Play. Estas aumentan a un ritmo de 251 aplicaciones diarias. El perfil y la calidad de estas además está cambiando. Están aumentando las dedicadas a diferentes especialidades médicas y patologías específicas en detrimento de las del entorno wellness.

Conocedores del nicho de mercado existente en la asistencia sanitaria las tecnológicas han dado un salto cualitativo. Además de Apps o algoritmos que ayudan al diagnóstico están aumentando las herramientas digitales de uso terapéutico. Especialidades como psiquiatría, neurología o rehabilitación ya cuentan con aplicaciones digitales testadas y autorizadas por la FDA americana para el tratamiento de algunas patologías específicas.

Además, están introduciéndose en el campo de investigación clínica mediante el desarrollo de biosensores digitales. Un smartphone ha superado el objetivo de la comunicación y la conexión a internet. Actualmente nos permite monitorizar la función motora, explorar el lenguaje, la marcha, el sistema oculomotor, analizar nuestro patrón de sueño… Todo esto permite recolectar importantes volúmenes de información a bajo coste y correlacionarlos con resultados clínicos. La Sociedad de medicina digital registra actualmente 325 ensayos en diferentes fases de investigación cuyo end point primario o secundario es un objetivo digital. Algunas guías clínicas ya están incluyendo herramientas digitales en sus procedimientos diagnósticos. Cada día se desarrollan nuevos sensores o aplicaciones susceptibles de incluirse en las próximas ediciones.

Gemelos digitales

 

Toda la información que recogen los distintos dispositivos, incluidos los sensores de “internet de las cosas” y las app que manejamos generan un conocimiento sobre nosotros que nos permitirá disponer de un gemelo digital en el metaverso. Algo no tan lejano y sobre lo que ya se trabaja. (ver artículo). Nuestro “otro yo” podrá por ejemplo participar en ensayos clínicos o predecir como toleraríamos un determinado tratamiento médico. Se nos abre la puerta a una auténtica medicina de precisión como publica recientemente la revista Nature.

Estoy seguro de que el metaverso nos aportará avances apasionantes en la asistencia sanitaria. Es posible que con algunas sombras a las que debemos anticiparnos. Pero, con independencia de lo que acontezca en un futuro emocionante, se me ocurren algunas propuestas de valor que nos aportará la nueva dimensión de internet

  • Nuestros gemelos digitales nos ayudarán a predecir posibles patologías o complicaciones sobre determinados tratamientos o procedimientos
  • Facilitará un modelo de formación más inmersivo con un aprendizaje más allá del modelo teórico y en un ambiente de menor riesgo para los pacientes
  • Gracias a los entornos de simulación se podrá mejorar la curva de aprendizaje de procedimientos quirúrgicos sin poner en peligro la seguridad del enfermo
  • Podremos compartir casos clínicos con centros de referencia mundial en entornos de realidad virtual más interactivos
  • Se normalizará la visita virtual de los pacientes a entornos sanitarios en los que serán atendidos, disminuyendo el estrés y el miedo a lo desconocido. Especialmente valioso si pensamos en pacientes pediátricos o enfermos frágiles
  • Se generarán foros de encuentro de pacientes y profesionales mucho más interactivos y enriquecidos que las redes sociales actuales
  • Mejorará la experiencia del paciente al ser posible ver el resultado y evolución de un proceso asistencial en nuestro gemelo digital
  • Los ensayos clínicos se podrán realizar de una manera más rápida, económica y segura reclutando avatares digitales como pacientes
  • Será una buena herramienta para tratar determinados procesos psiquiátricos y para procesos de rehabilitación en un entorno físicamente más cómodo y con escenarios más atractivos.

Dar la espalda o resistirse a que la evolución tecnológica provoque cambios sociales no suele funcionar. Menos cuando los intereses económicos que lo sustentan son superlativos. Por ello la medicina debe ir tomando posiciones en este futuro ya presente que puede aportar mucho valor. Hemos de estar precavidos para no cometer el error de dejarnos deslumbrar o buscar soluciones en un entorno tecnológico a situaciones que son fácilmente solucionables con fórmulas tradicionales y menos onerosas. Esta “tecnovación” desvirtuaría las muchas ventajas que puede aportar este modelo inmersivo tan valioso.

Con el metaverso accedemos a una nueva dimensión. Debemos buscar lo mejor en ella para los pacientes, para el sistema y para los profesionales que a diario trabajan en él y por ellos. Es un buen momento para recordar al autor de Los Miserables, Víctor Hugo, cuando dijo “…el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. Seamos valientes y busquemos oportunidades de mejora.

 

¿Un ejercicio de gestión o la gestión con ejercicio?

En la consulta de cualquier internista…

  • Don Sebastián (68 años) la hemoglobina glicosilada está en parámetros adecuados. No parece que su diabetes le haya afectado al riñón porque no está perdiendo albúmina. Los controles tensionales son correctos y no se aprecian hipoglucemias en los controles que aporta. Está muy bien controlado.
  • ¿Sigo con el mismo tratamiento?
  • Sí, lo repasamos. Con la insulina mantenemos el mismo esquema que le ha ido muy bien. Le recuerdo, de la basal, la de larga duración, se pone 24 unidades. Una pauta fija en las comidas de 8 unidades de rápida.  Corrige con el esquema que tiene escrito en el informe (no lo reproduzco para no aburrir más). El resto del tratamiento igual.
  • Y con el ejercicio sigo?
  • ¡¡¡¡Claro¡¡¡ Seguimos caminando al menos 45 min por el paseo marítimo (los que tenemos la suerte de vivir una ciudad costera, especialmente Málaga)

Usted, avezado lector, si ha llegado a este punto, habrá observado lo meticulosos que somos los clínicos con el tratamiento farmacológico y cuan lacónicos nos expresamos al hablar de ejercicio. Nos limitamos, en el mejor de los casos, a prescribir actividad aeróbica de forma genérica. Es como si a nuestro paciente Sebastián le prescribiéramos 30 unidades de  insulina sin más especificaciones. Evidentemente mejor eso que nada. Pero hace tiempo que se recomienda ampliar el ejercicio aérobico con un  programa de fuerza, flexibilidad (y en ancianos de equilibrio). Deberíamos seguir el acrónimo FITT para recetar ejercicio. Frecuencia. Intensidad. Tiempo y tipo de ejercicio. En general comentamos la necesidad de ejercicio pero en pocos casos lo recomendamos con contundencia. Creemos más en los fármacos.

Creo firmemente en el ejercicio como arma  fundamental en la prevención, tratamiento, mejora de calidad de vida y rehabilitación de los pacientes (post, post). Pero en esta ocasión quiero comentar la importancia del ejercicio como herramienta de gestión sanitaria y de valor dentro del proceso clínico. Obviaré sus bondades clínicas.

Sabemos poco de ejercicio

Son muchos los motivos que nos conducen a los clínicos a ser tan poco precisos en este plan de tratamiento. Entiendo que es nuestro desconocimiento específico del tema lo que conlleva una falta de integración en el esquema terapéutico habitual. Estudiamos mucho de fármacos y poco de ejercicio. Por ello desconocemos las evidencias de las que goza el deporte en la salud.

En un metaanálisis se  comparó la mortalidad entre ejercicio e intervenciones farmacológicas o placebo en insuficiencia cardiaca, patología coronaria, ictus y diabetes. Fue difícil el análisis debido a la asimetría en el número de estudios, como se imaginan en clara desventaja en el campo del ejercicio. Pero se pudo observar que el deporte y las intervenciones farmacológicas ofrecían prácticamente los mismos resultados de mortalidad excepto en la rehabilitación por ictus donde el ejercicio se asoció con una mayor reducción en la  probabilidad de muerte que los fármacos.

El ejercicio, como recientemente se recoge en una editorial de BMJ, es denominado como la cura milagrosa. Carece prácticamente de efectos secundarios y contraindicaciones. ¿Cómo podemos los médicos ser tan parcos en su prescripción?

El sedentarismo es muy caro

Se estima que la inactividad es el origen de hasta el 6% de la patología coronaria, del 7% de los casos de diabetes tipo II (el coste anual de la diabetes es de 5.800 millones de euros en España ) y de hasta el 10% de los casos de cáncer de colon y mama. El sedentarismo está detrás del 9% de las muertes prematuras lo que supone perdidas de años de productividad y en muchos casos un periodo previo al fallecimiento con consumo de recursos sanitarios y mala calidad de vida.

Como los números en muchas ocasiones son fríos cuesta contextualizarlos. Si los aterrizamos quizás lo veamos más claro. Según el Consejo General de Deportes si la población española realizara más ejercicio se podrían ahorrar unos 5.000 millones anuales. Equivale a la construcción de 10 hospitales como el nuevo proyecto de la Paz de Madrid . Con ese dinero también se podría prácticamente duplicar el presupuesto español de investigación y ciencia.

El gasto sanitario anual en asistencia especializada y en primaria supuso en 2017 unos 52.000 millones de euros. El 80% del gasto sanitario autonómico se focaliza en cuatro enfermedades: EPOC, diabetes, insuficiencia cardíaca e hipertensión. En todas ellas el ejercicio ha demostrado efectos beneficiosos tanto en la prevención como en el tratamiento y rehabilitación. Abandonar el sedentarismo disminuiría su incidencia. Mejoraría la calidad de vida de los que ya la han desarrollado. Reduciría el consumo de recursos sanitarios y aportaría más años con calidad.

¿Pero es rentable invertir para que la población haga ejercicio?

Existen múltiples programas en diferentes empresas que lo avalan y la literatura crece exponencialmente abordando este tópico. Basado en tres modelos de retorno económico por cada euro invertido per cápita en ejercicio. Modelo Europa 2005, modelo Wdalimir 1994 y el PIEC 2004. Se estimó a los 15 años de iniciar el programa un retorno de 50 euros por cada euro invertido, lo que supuso un ahorro de 330 millones de euros en gasto sanitario con la inversión de un solo euro per cápita. De nuevo este año se ha puesto de relieve esta cifra durante la celebración del Congreso Internacional para la promoción de la salud organizado por la Universidad de Oviedo.

Parece que en un entono de gasto creciente, donde intentamos reinventar a diario la gestión asistencial tendría que  pasar a ser un punto estratégico. Ahora suele ser un mero comentario superficial en la asistencia a los pacientes. Los responsables de políticas sanitarias, en el sector público y en el privado, han de valorar cada uno de los euros destinados a incentivar el ejercicio como inversión y no como gasto.

Dedicamos importantes sumas de dinero, energía y esfuerzos de los profesionales en intentar rebajar la parte prescindible, que no aporta valor en nuestra actividad asistencial y que se eleva hasta al 40%. Lo hacemos mediante campañas de concienciación en los profesionales financiadas por estamentos públicos. Las sociedades científicas también invierten tiempo y dinero en ellas. Múltiples organismos, fundaciones y asociaciones desarrollan este loable trabajo. Pero de nuevo empezamos por el final. Gastamos más en que nuestros profesionales desaprendan para conseguir mejor gestión que en enseñarles a pautar normas que ahorran desde el principio.

Le dedicamos poco esfuerzo en las Facultades de Medicina, en las sociedades y los sistemas públicos o privados a concienciar a los médicos. El ejercicio no sólo debería ser parte del tratamiento médico.  Es una potente herramienta de gestión para la sostenibilidad del sistema.

Una vez más nos enfrentamos al peor enemigo de cualquier sistema. La inercia. Cuando proyectamos resultados importantes pero a futuro es difícil adquirir el compromiso de todos: docentes, clínicos, dirigentes y gestores. Es entonces cuando me viene a la mente el sabio Cervantes afirmando. ¡¡¡ Cúan largo me lo fiáis amigo Sancho ¡¡¡

El Alzheimer lo hizo un paciente muy especial

Vivencia de un hijo médico con su padre enfermo de Alzheimer

Fue uno de esos pacientes que te marcan. Un hombre formado a sí mismo en la difícil España de la postguerra. Desde su época adolescente se vio obligado a compaginar trabajo lejos de su hogar con la formación académica que en aquellos tiempos estaba disponible. En estas condiciones se forjaron hombres de una generación que llevaban grabado a fuego el valor del esfuerzo para conseguir progresar en la vida. Hombres con carácter pero con la sensibilidad capaz de proyectar en los demás las dificultades que ellos mismos tuvieron haciéndolos así tremendamente generosos y caritativos con los problemas del prójimo. Este recorrido vital le ayudó a llevar su enfermedad con una gran dignidad y entereza, sacando la parte más bondadosa de su persona.
Unos siete años antes su familia comenzó a darse cuenta que estaba perdiendo facultades. Esa cabeza preclara y rápida empezaba a tener lagunas. Su hijo, médico, prefería pensar que quizás eran exageraciones del resto de su familia o pequeños detalles subjetivos. En el fondo sabía que era la misma patología que diagnosticaba con mucha frecuencia en su consulta. Simplemente estaba empleando la negación, una estrategia inconsciente descrita por Sigmund Freud como uno de los mecanismos de defensa del yo. Estas herramientas mentales nos ayudan a protegernos frente a la realidad. Las empleamos de forma habitual, pero cuando su uso es continuado puede abocarnos a comportamientos inadaptados.
Los olvidos eran más llamativos, repetía las cosas y preguntaba lo mismo reiterativamente. Es la forma habitual de comienzo en la enfermedad de Alzheimer. Cuando le preguntaban algo usaba sus recursos intelectuales, que antaño fueron abundantes, para desviar el tema o intentar llevar al interlocutor por otros caminos. Pero esta capacidad también comenzó a fallar. Aparecieron entonces las parafasias y circunloquios, artimañas lingüísticas que el paciente emplea cuando no recuerda la palabra adecuada o no sabe definir algo de forma concisa. Para entonces ya le habían realizado una prueba de imagen cerebral y el diagnóstico estaba claro. Cuando su hijo vio el TAC en pantalla lo único que se le ocurrió fue llorar. ¡¡¡Cómo podía ser ¡¡¡. Él siempre diagnosticaba a otros. No entraba en sus planes que su padre un día no lo conociera, que olvidara el nombre de sus nietos o que fuese incapaz de conectar con la realidad. Un baño de humildad. Le abandonó la sensación que a veces tienen los clínicos cuando están en periodos de gran actividad profesional. No son máquinas de curar.

Familiares de pacientes con Alzheimer
Consultó con un compañero especialista en demencias que le recordó cual era la evolución de una patología que conocía sobradamente. Hizo bien en refrescarle la memoria, cuando la enfermedad te toca de cerca las cosas se ven de otra manera y el tiempo de evolución adquiere otra dimensión.
Tocaba ahora la parte de la información a la familia. Tema complicado en las relaciones médico-familia-entorno. Nuestra sociedad aún se encuentra en la transición entre un ambiente paternalista donde el médico decidía por el paciente. Los clínicos estaban empoderados en el conocimiento y el “pobre enfermo” no tenía ni capacidad ni sabiduría para decidir sobre su futuro inmediato. Actualmente se tiende a las decisiones compartidas. Una forma más participativa donde el paciente conociendo la información de su proceso comparte con el médico y su familia las opciones terapéuticas y toma sus propias decisiones. Una evolución acorde a los tiempos y a la sociedad moderna. Pero si el riesgo en el primer modo de actuación era pecar por exceso, el médico podía tomar decisiones que afectaban a la cantidad y calidad de vida del paciente y dirimía qué era bueno o malo para su enfermo. No menos cruel puede ser el segundo cuando de forma fría, bajo el paraguas de la medicina defensiva, se apabulla al paciente con información técnica difícilmente comprensible y en una situación psicológica difícil (usted verá lo que hace…por ejemplo)
Probablemente, en nuestro entorno cultural, una forma híbrida, con el afán de proteger la salud psicológica de los informados, sea facilitarle la verdad tolerable de forma progresiva.
Empleando este método hizo partícipes del diagnóstico y pronóstico en sucesivas ocasiones a su familia. Con una conversación, una mirada de complicidad, en ocasiones hablando de circunstancias que acontecerán en el futuro…la convivencia permite expresar los sentimientos y compartir información de forma no verbal. Forma parte de la medicina basada en la experiencia.
Como era previsible el deterioro progresó y su familia acudió a un centro de día para su asistencia. Inicialmente a todos les supuso cierto desgarro. Sabían que él estaría allí mejor realizando actividades grupales y que era saludable para su cuidadora principal, su esposa, pero suponía aceptar la irreversibilidad del proceso. Múltiples trabajos soportan científicamente los beneficios de estos centros de día y las bondades que ellos aportan no sólo al paciente sino al cuidador y al resto de familiares.
Las facultades físicas y por supuesto las intelectuales menguaban progresivamente. Su esposa vivía para y por el paciente de una forma abnegada y ejemplar. En premio a ello fue a la única persona a la que reconoció hasta el final de sus días y el único nombre que no perdió de su vocabulario. Sus nietos lo veían todas las semanas. Qué importante es que los niños vean y aprendan que a los enfermos y mayores hay que cuidarlos con cariño en este mundo donde les ocultamos sistemáticamente el sufrimiento. Una sobreprotección que muchas veces los mantiene en una burbuja de irrealidad, generando adolescentes frustrados que se tornan desafiantes para esconder sus miedos.
A pesar de ello todos los días, además de acudir a su “colegio”, deambulaba por las tardes en la calle con ayuda de un cuidador. Está demostrado el beneficio del ejercicio, por escaso que sea, en los pacientes con demencia, entre los muchos que presenta es el descenso en las tasas de depresión.

Depresión en pacientes con demencia
Un día de finales de junio comenzó con febrícula sin foco aparente. Para entonces ya estaba muy limitado. El paseo diario se había suprimido hacía unos días por pérdida en las habilidades motoras. Tras tratamiento antibiótico empírico para un proceso infeccioso de origen urinario, (como foco más frecuente en estos pacientes), el cuadro tuvo cierta mejoría clínica. A los pocos días de nuevo comenzó con fiebre y con cierto deterioro clínico. Nuevo ciclo de antibióticos sin repuesta clínica. No tenía buena pinta. Su piel comenzó a palidecer. Cada vez le costaba más trabajo levantarse. Gran parte del día se lo pasaba durmiendo. Comenzó a faltar a su clase diariamente. Su hijo lo exploraba sin encontrar signos claros que pudieran guiarlo a un diagnóstico, aunque su deterioro era claro.
Llegó el duro momento de decidir que hacía. Su vástago se movía bien en los hospitales como clínico, llevaba 20 años trabajando con pacientes, muchos de ellos similares a su padre. Tenía claro cuál era su pronóstico y lo mejor para su padre enfermo pero quería huir de decisiones subjetivas y planteamientos personales. Se reunió con un compañero, médico especialista en este tipo de patologías, quien visitaba asiduamente a su padre en el centro de día. La decisión fue unánime con su médico y la familia. Se trataba de un paciente paliativo al que le íbamos a ofrecer “sólo” soporte domiciliario.
Es difícil tomar y aceptar esta decisión. Implica que el paciente no requiere técnicas invasivas para su diagnóstico ni medidas extraordinarias para su tratamiento. Algunos creen que renunciamos y tiramos la toalla como médicos, pero nada más lejos de la realidad. Es una medida que engrandece a los clínicos y que les hace reconocer su limitación humana frente a la naturaleza. Es una manera de evitar sufrimiento en un paciente con nula capacidad de recuperación. Es una forma digna de obviar pruebas innecesarias y tratamientos fútiles. En nuestro entorno uno de cada tres pacientes recibe tratamiento con escaso beneficio demostrado en sus últimos días de vida y hasta a la mitad de los pacientes en fase terminal se les realizan pruebas que no aportan nada a su proceso.
Decidimos mantenerlo en casa durante el tratamiento paliativo. Teníamos la suerte de contar con soporte familiar y sanitario. En muchas ocasiones estos enfermos son ingresados en hospitales por falta de soporte a pesar de estar demostrado en múltiples estudios la ausencia de beneficios en su pronóstico en la mayoría de los casos (ir al artículo). Rodeado de su familia se mostró sereno durante toda la fase final de la enfermedad. Su hijo preparó un botiquín en casa con morfina, hipnóticos y tranquilizantes convencido de su necesidad más temprano que tarde. Abordamos un tema muy importante en este tipo de pacientes y especialmente deseado por él. Tan necesario como los fármacos y el cariño de los cuidadores es el que puedan disponer de asistencia espiritual si así lo desean. Lo demuestran múltiples publicaciones, en una de ellas realizada en una unidad de cuidados paliativos, el 95,2% de los pacientes valoraron la necesidad de atención espiritual durante la enfermedad. Quiso recibir asistencia sacerdotal y sin necesitar una sola dosis de analgesia ni tranquilizantes se fue apagando hasta dejar de respirar. Una medicina que los clínicos a veces infraestimamos (somos tan ignorantes que la obviamos por no disponer de evidencia científica cuantificada) fue su mejor analgesia. El cariño de su familia y su entorno le facilitó una transición llena de paz.
La dureza de la pérdida y de una enfermedad larga vivida por un hombre bueno ha sacado lo mejor de cada uno de los miembros de la familia. Hemos descubierto facetas entre nosotros que nos han hecho engrandecer la figura del otro. Un ejemplo en vida y un ejemplo de muerte.
GRACIAS PAPÁ.

“Quien no vive para servir, no sirve para vivir”
Madre Teresa de Calcuta