Al futuro con tecnología y valor

Periódicamente en el sector salud se publican documentos de distintas organizaciones o sociedades científicas que nos señalan cuál será el futuro de los profesionales, de una especialidad, de los hospitales o del sistema en general. El último lo conocí gracias al boletín de gestión sanitaria de Miguel Ángel Mañez, enlace imprescindible para estar al día en el mundo de la gestión sanitaria. Se trata de del informe Hospital in the future “without” walls de la consultora Deloitte.

Aunque los distintos documentos suelen coincidir en muchas ocasiones, todos aportan algo novedoso. Nos hacen un dibujo del panorama para la próxima década. Su lectura a veces te sume en una sensación de vacío y desazón. Cuando los finalizas miras la realidad del entorno y se te antoja que vamos demasiado retrasados.

La mayoría de los informes hacen un llamamiento de forma explícita a la medicina de valor que, además de estar de moda, ayuda a mejorar el sistema sanitario. Sin embargo, cuando uno lo lee con visión amplia y cariño observa que al abordar otros temas también lo hacen desde una perspectiva del valor, aunque sea de una forma algo más implícita.

En este último texto nos advierten como gran parte de los pacientes que hoy ingresamos en hospitales en un futuro próximo estarán en su domicilio de una forma más cómoda y segura. ¿Hay alguna medida con más valor en medicina que buscar la curación y el bienestar del paciente en un entorno seguro con su familia?

Cuando se refieren al valor específicamente es, casi siempre, para hacer referencia al pago basado en el mismo. Algo demasiado etéreo y poco definido que suele generar bastante recelo en los gestores. Les hace desconfiar de un modelo sin un retorno inmediato.

Una parte importante del documento lo dedican a la tecnología que hará posible el hospital sin paredes. Tecnología que puede contribuir realmente a una transformación realista y valiosa. Los actores del sector “compran” mejor la idea de la transformación por la tecnología que por el valor. A veces parece que podrían ser antagónicas cuando en realidad han de ir de la mano.

Que el futuro pasa por la tecnología necesita poca argumentación. Según se recoge en el documento Clinician of the future el 70% de los médicos opinan que las tecnologías de salud digital mejorarán la atención médica y más de la mitad esperan tomar sus decisiones clínicas basadas en herramientas de inteligencia artificial en la próxima década.

La adquisición de datos y su análisis masivo permitirá mejorar la asistencia de los pacientes. A pesar de saber que necesitamos disponer de muchos y buenos datos se aprecia solo alguna evolución en la integración de los estos. La historia clínica electrónica es considerada por muchos profesionales como un “repositorio” de documentos. Más encaminada a la facturación que a la mejora de los resultados en salud. Mi sensación es que tanto los proveedores de servicios sanitarios como los financiadores siguen considerando sus datos como un tesoro inexpugnable e intransferible. En el mejor de los casos algunos los explotan y consiguen mejoras locales y muy parciales del potencial de estos. Se comportan como silos aislados que ralentizan la evolución.

Esta actitud tan celosa con la información no ha facilitado, salvo honrosas excepciones, alianzas con un sector que cada está más involucrado en el cuidado de la salud, las tecnológicas. La falta de acceso a datos ha obligado a estas empresas a buscarlos ofreciendo herramientas gratuitas que convierten al usuario en su materia prima. Esto ha contribuido a que el papel del paciente cambie hacia el papel de consumidor. La evolución natural será que las compañías tecnológicas con esta información comercialicen soluciones digitales que acaben siendo necesarias para la toma de decisiones clínicas.

Nos anuncian que en el futuro los domicilios suplirán al hospital en muchos procesos. Jugará un papel importante el empleo de sensores y dispositivos. Herramientas tecnológicas que aportarán mucho valor a la asistencia. Esta tecnología en gran parte está desarrollada y aplicándose actualmente en otros sectores. Sin embargo, a la vista de la escasez de proyectos en este sentido, parecen ser pocos los proveedores y financiadores sanitarios los que se lo creen.

Por qué un modelo de valor cimentado sobre tecnología que presumiblemente mejora la asistencia tarda tanto en aplicarse puede tener muchas explicaciones. Algunas de ellas a mi entender podrían ser:

  • La inercia protege el estatus quo del personal asistencial. Este se encuentra en su área de confort y prefiere atender a los pacientes de una forma tradicional. En muchas ocasiones esgrimen excusas que ponen en duda la seguridad o utilidad de herramientas que en gran parte desconocen. Probablemente se necesiten nuevos roles para la asistencia médica digital.
  • Necesitamos no solo tecnología sino un cambio de mentalidad. Probablemente más por parte del personal asistencial que de los pacientes. El 86% de los médicos considera que el aumento de los pacientes informados es lo que está propiciando el cambio en los cuidados asistenciales. Las empresas de servicios normalmente luchan por ser pioneros en procesos innovadores de valor. Quieren anteponerse a las preferencias del cliente para fidelizarlo. En sanidad todo va más lento.
  • El sistema público presenta elevados índices de obsolescencia tecnológica. Si asociamos esto al lastre que genera una elevada actividad asistencial y la ausencia de incentivos, se antoja difícil poder emplear tiempo en el desarrollo de nuevos modelos asistenciales extramuros. Los fondos europeos Next Generation puede ser una buena oportunidad para iniciar una renovación tecnológica que aporte.
  • Los proveedores asistenciales privados se quejan de la dificultad para desarrollar modelos no retribuidos por los financiadores. Cuando estos además serán los grandes beneficiarios del posible ahorro y bienestar que generaría el mismo.
  • Los financiadores privados tampoco parecen tomarse en serio la cuestión. Son pocos los que han hecho una apuesta firme por generar cambios de valor en la asistencia. Los proyectos en este campo suelen ser de corto recorrido y buscan habitualmente una transferencia del riesgo al proveedor. Esto favorece en gran parte que se siga financiando la ausencia de calidad. Parecen no ver que el futuro pasa por la tecnología y el valor, pero en el domicilio. Supone para ellos un cambio de paradigma que les obliga a gestionar procesos asistenciales de su cartera y no solo riesgo o frecuentación.

En sanidad somos lentos para subirnos al tren del futuro. El sector público carece de agilidad para cambios tan disruptivos. El sector privado parece no percibirlo como una ventaja competitiva que a la larga le hará ganar posiciones frente a la competencia. A mi entender un error. Algo parecido sucedió hace unas décadas. Acreditarse en calidad suponía cambio cultural e inversión económica. No siempre se podía repercutir de forma directa al pagador, pero el que en su día no apostó por ello hoy está fuera del mercado.

Tecnología y valor han de ir de la mano. Ambos se necesitan.

Innovación. El mito del carro alado de Platón

La innovación es fundamental en sanidad, sin ella no hay cambio y cuando esta no se emplea es difícil mejorar el sistema.

Innovación es oportunidad de progreso. Se superan procedimientos antiguos para aumentar la productividad. Rompemos con un modelo para conseguir mejores resultados. Una permuta en la acción habitual con el fin de aumentar la comodidad, el acceso o la sencillez. En definitiva, innovación es canjear la manera de actuar por otra que aporta más valor preferiblemente con menor costo. Es así como las organizaciones evolucionan.

Hasta aquí podríamos estar todos de acuerdo.

El problema es cuando la innovación se vincula inexorablemente a la tecnología. Es entonces cuando la tecnología se coloca como fin y no como herramienta. En lugar de realizar innovación podríamos estar haciendo “Tecnovación”. En medicina es un anzuelo que mordemos con frecuencia.

La implantación, por ejemplo, de un nuevo protocolo que disminuya las resistencias a antibióticos en un centro sanitario es algo muy innovador. Aunque el soporte sea en papel y no haya algoritmos de inteligencia artificial de por medio. Como también lo es evitar el trasiego de pacientes para autorizaciones o visados de determinados procedimientos engorrosos para él y la familia.

En alguna ocasión he escrito que nos confundimos con las preposiciones. Pensamos en el paciente y por el paciente, pero sin el paciente. A la hora de innovar cometemos el mismo error. Habría que empezar por el principio. Basarnos en lo que nos cuenta el enfermo para innovar con él. Basta por ejemplo con acudir al instituto de experiencia del paciente (iexp) donde podemos encontrar información muy valiosa.

Por aquello de volver al principio he visto cierta similitud con el mito del carro alado que Platón (427-347 aC) planteó en su obra Fredo. “El alma (léase la innovación) es semejante a un carro alado del que tiran dos corceles regidos por un auriga moderador”

El caballo blanco simboliza el ánimo. Encaja con la figura del corcel albino una innovación quizás poco glamurosa. No por ello indeseada o innecesaria para los pacientes. Una innovación sin grandes artificios técnicos y con más trabajo de puertas adentro. Cambios que son difíciles de llevar a la práctica por que los damos por implantados desde hace mucho tiempo. Nos equivocamos. Puede ser también que hayan caído en desuso. Basta con leer lo que el paciente demanda en el decálogo elaborado por enfermos del Johns Hopkins. Para sorpresa de muchos profesionales nos solicitan algo básico y primario. Nos piden educación, empatía y amabilidad. Respeto a sus valores. Demandan información simétrica y comprensible. Sería por tanto muy innovador por ejemplo implantar la toma de decisiones compartidas ya que en nuestro país el 76% de los hospitales no lo tienen desarrollado. También podemos innovar convirtiendo de forma real a la atención primaria en la puerta de entrada al sistema sanitario. Habría que  dotarla adecuadamente de autonomía y autogestión con la finalidad de resolver los problemas de sus usuarios. Más que una innovación sería una revolución si de verdad consiguiéramos integrar y desarrollar el campo sociosanitario. Si ofreciéramos resultados de salud relevantes para el paciente, si de verdad el sistema girara en torno al enfermo….

El caballo negro simboliza el apetito o pasión. En este rocín sí hay glamur. A veces con un exceso de marketing y de anglicismos que lo hacen más impactante. Es una innovación más fácil de vender a la opinión pública e incluso a los profesionales sanitarios. Sin embargo, suele ser una innovación de mayor coste económico a la hora de adquirirla. Requiere mayor tiempo de amortización. Avances tecnológicos como la radiocirugía gracias al CyberKnife, cirugía robótica mediante Da Vinci, telemonitorización, terapia génica, realidad aumentada, impresión 3D , secuenciación genómica y un largo etcétera de avances que nos están permitiendo tratar y mejorar muchas patologías.

El auriga representa la razón que ha de regir y gobernar el carro. Este papel no siempre es fácil. Suele ser encarnado por gestores o directores de innovación que reciben demasiados estímulos, en ocasiones contrapuestos. La industria ofrece avances espectaculares que pueden generar a veces una demanda hasta entonces oculta o incluso innecesaria (demanda artificial). Los inversores sanitarios a veces presionan para disponer de tecnología que les permitan hacer sus centros más atractivos. Los clínicos nos encandilamos con la magia de soluciones tecnológicas que nos prometen mejores resultados no siempre relevantes para los pacientes.

Ambos caballos son fundamentales para que el carro se desplace de una forma eficaz. El mayor brío de uno sobre otro escorará el carromato y lo sacará de su trayectoria. En este caso necesitaríamos aflojar al más poderoso y ayudar al débil para volver al camino adecuado. Es de suma importancia la figura del conductor. Este debe conocer bien a sus corceles y el recorrido que ha de seguir para llegar al destino. El cual no debe ser otro que ofrecer lo mejor a nuestros pacientes, a sus familiares y a nuestros profesionales.

#LoimportanteelPaciente

La tecnología nos ayuda a ser más humanos

“Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en mi vida” reconocía Vargas Llosa en su discurso recogiendo el Premio Nobel.

Comparto con él gran parte de la percepción, aunque he tenido algunas experiencias más importantes.

Esta tarea es algo consustancial al médico. Una de las armas que ayuda a la indispensable vertiente humanista de la medicina. Especialmente en una época donde nos abruma la tecnología.

Cuando lees a Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio te das cuenta cómo funciona el razonamiento humano. Existe un sistema 1 que opera de forma rápida y automática. Implica poco esfuerzo y ofrece poca sensación de control. Gracias a él respondemos de forma automática el resultado de 3+3. El sistema 2 necesita más atención y concentración. Lleva aparejado más reflexión. Nos ayuda por ejemplo a comprender (o no) las fases de desescalada en la epidemia post codiv-19.

Ante una decisión clínica, cuando un médico tiene experiencia reconoce rápidamente el problema. Entra en funcionamiento la vía rápida con alta probabilidad de acertar empleando poco esfuerzo. Si el problema no es reconocido recopilamos información por otras vías. Mediante un método más analítico y elaborado emitimos un juicio que nos ha costado más esfuerzo y energía, con una respuesta más lenta. Es necesario un adecuado equilibrio entre ambos. Esto implica una vigilancia continua. Pero eso desgasta y es muy aburrido. Además es difícil ser persistente en ello cuando las fuentes de información son muchas y cambiantes, te mueves en escenarios de incertidumbre, acumulas cansancio y te apremia el tiempo para tomar decisiones difíciles.

Lo ideal sería disponer de la capacidad de integración y análisis del sistema 2 con la velocidad del primer sistema. En gran medida la tecnología lo ha conseguido. Son los distintos sistemas de inteligencia artificial de los que tanto podemos beneficiarnos en medicina.

Durante esta epidemia hemos ido aprendiendo desde dentro del huracán. Se han ido desarrollando diferentes escenarios con disponibilidad de distintos test diagnósticos. En muchas ocasiones el incremento del arsenal de pruebas aportaba menos certidumbre a los médicos. No sólo por la interpretación de las mismas sino por la dudosa calidad del material. La literatura está aportando múltiples artículos y revisiones con el fin de ayudar a los clínicos a su compresión metodológica e interpretación.

Es evidente que determinadas especialidades están más familiarizadas con estas pruebas. Pero también es cierto que su interpretación se va a globalizar en todas las especialidades. Un traumatólogo necesitará conocer el valor de las mismas cuando un paciente le consulte por artrosis de cadera y se plantee implantarle una prótesis. Las consultas de atención primaria se verán desbordadas. Pacientes que se han realizado un test privado o al que le han hecho una prueba para incorporarse a su puesto de trabajo y no tienen clara su interpretación. Miles de escenarios con una enfermedad que ha venido para quedarse.

Ya defendí en un post anterior la necesidad de realizar test a la población de forma masiva. Eso sí, con un programa de actuación definida que por ahora no he visto en ningún sitio. El aumento previsible en las pruebas diagnósticas unido a las diferentes herramientas existentes en nuestro entorno hace que el número de opciones posibles en un paciente sean muy elevadas. Con este planteamiento y ante la facilidad para cometer errores en situaciones de cansancio e incertidumbre pensé que la tecnología seguro que nos podía echar una mano.

Eric Topol lo deja meridianamente claro a los luditas de la medicina (ver post). En su libro Deep Medicine relata como la  tecnología, en este caso, la inteligencia artificial, debe ser una ayuda para que los médicos dejen de hacer trabajos que los puede desarrollar una máquina. Ese tiempo ganado hemos de emplearlo en recuperar el humanismo perdido.

En base a este planteamiento he explorado algunas de las variables que entran en juego para poder diagnosticar a un paciente por covid-19 y saber en qué fase de transmisión a los contactos se encuentra. Hay que sopesar la gravedad de los síntomas, la exposición en asintomáticos, el tiempo de evolución o exposición en los no sintomáticos, junto con el resultado (o no disponibilidad) de las diferentes pruebas diagnósticas. Surgen un número importante de opciones (por encima de quinientas).

Me pareció un escenario perfecto para intentar desarrollar una tecnología,  que mediante inteligencia artificial, nos facilitara el resultado de forma inmediata tras introducirle las variables. Pues manos a la obra.

Dos semanas después y gracias a la colaboración con Presentys hemos desarrollado un chat bot que dirige al médico mediante una serie de preguntas sobre el caso y le aporta finalmente el diagnóstico y la fase de transmisibilidad en la que se encuentra el paciente. El robot se llama IMPAI.

Es un proyecto de código libre (*) es decir, con accesibilidad gratuita para todo el personal sanitario que lo necesite. Esto permite que otras personas puedan mejorar la aplicación. Siempre encaminada a ofrecer a la sociedad médica una herramienta que facilite el diagnóstico de los pacientes infectados por covid-19. Esperamos que sea el comienzo de una aplicación que vaya creciendo en funcionalidades.

A través de este link tendrás acceso a la demo de  IMPAI.

https://www.presentys.com/impai

IMPAI. Sistema de inteligencia artificial diagnóstico de covid-19

Espero que esta herramienta sea de utilidad para mis colegas y redunde en una mejor atención a nuestros enfermos.

Dicen que lo que no tiene precio no se valora. Las personas que han leído mis posts saben que defiendo la medicina de valor.  Por ello no cedo esta herramienta de forma altruista. A cambio pido que el tiempo que esta aplicación pueda ahorrar en todos los que vemos pacientes lo dediquemos a humanizar nuestra medicina, a leer y a disfrutar de nuestras familias.

 

 

(*) Código fuente disponible en https://github.com/devpresentys/IMPAI