Necesitamos hospitales líquidos

 

Cuando el sociólogo Zygmun Bauman acuñó el término de sociedad líquida como sinónimo de fluidez, cambio y adaptabilidad era consciente que esta metáfora era aplicable a cualquier estructura social. Los hospitales son una parte muy importante de la sociedad y para la sociedad. Por tanto, parece razonable pensar que no deberían escapar a esa transformación fluida.

Este mismo término se recoge también en el reciente libro El Hospital del Futuro editado por SEMI. Un buen documento, aunque en él se haya obviado la asistencia en centros privados. Esta es de calidad y nada despreciable en nuestro país.

Durante esta pandemia estructuras sanitarias antaño rígidas se han hecho más flexibles y maleables por necesidad, más líquidas. La covid ha reforzado la necesidad de cambio en los hospitales que han de convertirse en estructuras más ágiles y adaptables no sólo ante situaciones extremas.

Son muchos los argumentos que podrían justificar este cambio de modelo. Pero, en aras de la simplicidad, me limitaré a cinco puntos. Lo llamativo es que a pesar de ser reconocidos desde hace tiempo se ha hecho poco por buscar su solución.

Cambios en el perfil epidemiológico. Los hospitales fueron diseñados para tratar enfermedades agudas. De forma genérica han demostrado que lo hacen bien. La curación de estas enfermedades, entre otras cosas, ha conseguido que se prolonguen las expectativas de vida y ahora el perfil morboso ha cambiado. Tenemos un número importante de pacientes crónicos. Hoy en día la morbilidad más frecuente es la multimorbilidad como se publicó en JAMA, es decir, los pacientes crónicos no suelen tener una enfermedad sino un agrupamiento de las mismas. Aumenta así la fragilidad de muchos de nuestros pacientes que han de ingresar en estructuras sanitarias no concebidas para ello. El ingreso los convierte en más vulnerables. Desarrollan un síndrome post-hospitalización que los hace reingresar durante el próximo mes hasta en un 30% de los casos. Y vuelta a empezar….

Modificaciones en la configuración sociológica. Gracias a la democratización del conocimiento y la información la sociedad es más exigente y goza de más criterio a la hora de tomar decisiones. Es una sociedad más líquida. Está calando el concepto de autocuidado. Los ciudadanos están siendo conscientes que se consigue más salud con los cambios en hábitos de vida que con el sistema sanitario. Las estructuras sanitarias aportan un 20-25% del total de la salud, el resto está fuera de las mismas. En términos poblacionales se consigue más salud fuera del hospital que dentro.

Preocupación por la sostenibilidad. La actual corriente hospital-centrista ha hecho que desatendamos modelos sanitarios que a priori deberían ser más eficaces en la salud comunitaria y a menor coste, es decir, más eficientes. Como muestra un botón. En España en el año 2019 el gasto sanitario total fue de unos 115.500 millones de euros de los que 51.500 correspondieron a los hospitales. No parece que haya mucho interés en revertir esta situación. Por ello seguiremos empleando un recurso caro como es la cama de agudos con pacientes que, no solo podrían ser menos gravosos en otro entorno, sino que además el hospital les puede generar más riesgo.

Nuevas opciones tecnológicas. El desarrollo tecnológico nos permite mantener con seguridad a pacientes enfermos fuera del hospital. Los sistemas de sensorización y telemetría han mejorado en funcionabilidad, facilidad de uso y abaratado muchos los costes. Gracias a internet de las cosas se puede dar la paradoja de que dispongamos de más información en tiempo real de pacientes en domicilio que de los ingresados en una habitación del hospital.

Nuevo modelo de negocio. Los sanitarios seguimos creyéndonos únicos y exclusivos. En los últimos años sectores como la banca, el comercio, los viajes, la televisión han cambiado radicalmente. Se han tenido que inventar nuevos modelos de negocio. Seguimos pensando que esto les afecta solo a terceros. Lo nuestro es tan “especial” que no se puede cambiar. No estamos sabiendo leer las señales que la sociedad nos envía a través de otros sectores. El hospital Sant Joan de Deu fue un visionario hace años y existe un antes y un después para ellos y sus enfermos.

Si entráramos en detalles seguro que hay muchos más motivos para propiciar el cambio. Pero, lo importante es aceptar que el mismo es necesario. En una conferencia que impartió el profesor de Harvard, Clayton Christensen propuso la innovación disruptiva (ver post)  como método para superar la crisis del hospitalismo. Esta se basa en simplificar, abaratar y extenderse.  Traducido al sector sanitario consiste en descentralizar la provisión sanitaria desde los hospitales a la atención primaria, la comunitaria y la domiciliaria.

Kaiser Permanente lo hace de forma ejemplar. Hoy podemos sacar el hospital de su estructura y colocarlo en todas partes. Necesitamos instituciones más permeables y diluidas en la comunidad. Más líquidas. Hospitales a los que puedan acudir los especialistas de primaria cuando ingresa un paciente que ellos están siguiendo. Estructuras que sean capaces de realizar hospitalización domiciliaria como norma. Esto nos ayudaría con la tan perseguida continuidad asistencial. También a implicar a la comunidad en el cuidado de los enfermos. Mejoraría la calidad de vida de nuestros pacientes y tendríamos un sistema más eficiente. Podríamos invertir en procesos que aporten más salud a la población.

Se han escritos muchos post (1,2,3) invitando a la asistencia en comunidad con ejemplos de como hacerlo. Estos modelos servirán poco si no conseguimos un cambio cultural en los clínicos y directivos.  Debemos abandonar la rutina de nuestras intervenciones puntuales y asistencia fragmentada para realizar un trabajo colaborativo con nuestros colegas y con nuestros pacientes crónicos a los que hemos de ayudar a mantener la estabilidad en sus estilos de vida.

Me cuesta mucho trabajo creer que las personas inteligentes, y son muchas, que dirigen grandes grupos hospitalarios o deciden políticas sanitarias a nivel público o privado no sean conscientes de las necesidades del cambio. Por ello sólo encuentro como causa del ancla una energía que suele restar en lugar de sumar como es la inercia.