Compasión en tiempos tecnológicos. Humanizando la medicina moderna

Vivimos en una era de avances impresionantes. Cada día el estado de bienestar nos brinda soluciones tecnológicas que simplifican nuestras vidas. El acceso a la tecnología se ha democratizado. Podemos conectarnos con cualquier persona por muy lejos que esté. Somos capaces de acceder a canales que nos aportan información y un conocimiento inabarcable. Es posible, por ejemplo, realizar operaciones bancarias y administrativas desde la palma de nuestra mano. Y todo ello de una forma inmediata. El progreso nos está facilitando la vida.

Pero a veces pagamos un precio nada despreciable. Nos creemos con el derecho a la inmediatez. Tiene que ser ya y ahora. Cuando no lo conseguimos nos atormenta la frustración. Las cosas que no se alcanzan de una forma inminente comienzan a perder valor. Todo aquello que requiere tiempo para sedimentar o para que se puedan ver resultados es despreciado.

Es posible que esta reflexión sea fruto de mi “deformación” como internista. Los de mi especialidad manejamos mucha incertidumbre y a menudo necesitamos tiempo y perspectiva para ir encajando las piezas del puzle. Tengo la sensación de que cuando las prisas y el ahora son las señas de identidad, banalizamos aspectos no menos importantes como la empatía y la compasión. Ojalá sea solo una opinión sesgada por mi parte.

Esta reflexión sobre la compasión ha cobrado más fuerza en mi mente, especialmente al contemplar el papel emergente de la inteligencia artificial (IA) en nuestra práctica. Preparando alguna charla reciente sobre IA, he constatado que son muchos los autores y artículos que nos advierten de la ayuda que esta nueva herramienta nos prestará para ahorrar tiempo y poner más foco en el paciente. Sin duda es uno de los potenciales beneficios de la IA, pero cuando inciden en la mejora de la empatía, la confianza y la compasión probablemente es porque se palpa un deterioro de estos valores.

Familiares de pacientes con AlzheimerCompasión en crisis. Una llamada a la acción

Estudios alarmantes indican una crisis de compasión en el sector sanitario. Si bien el 75% de los pacientes y médicos reconocen que la compasión es tan importante que puede marcar la diferencia entre morir o vivir, apenas la mitad creen que el sistema sanitario realmente facilita que se pueda actuar compasivamente. Un estudio sueco reveló que pacientes que requirieron asistencia urgente, a los cinco años de haberla recibido, el recuerdo que más perduraba era la falta de compasión en su atención. Resultados similares en un estudio británico llevó al Primer Ministro del Reino Unido a impulsar una asistencia enfocada en la compasión. No parece, por tanto, que se trate de un problema residual, sino más bien una cuestión endémica.

Tendemos a dudar de todo aquello que no se puede medir cuantitativamente. Es famosa la frase de Edwards Deming, impulsor de la calidad total, “confiamos solo en Dios, el resto han de aportar datos”. Pero muchos de esos valores que creemos no mensurables producen resultados palpables. En muchas ocasiones tenemos el sesgo de no conocer la métrica que hemos de emplear o de dejarnos llevar por la impaciencia, como he comentado al inicio.

La compasión salva vidas

La compasión en diferentes esferas del área asistencial aporta resultados que en demasiadas ocasiones son aplastantes.

  • Diversos estudios confirman, no solo, que la compasión es éticamente deseable, sino que mejora significativamente los resultados clínicos. La compasión ha demostrado disminuir el dolor tras una cirugía y la ansiedad antes de la misma. Los pacientes diabéticos disminuyen sus complicaciones, posiblemente por mejor adherencia a los tratamientos. Mejora los efectos del tratamiento en pacientes con migraña. Los pacientes con enfermedad avanzada por cáncer de pulmón presentaron una supervivencia mayor, según un estudio publicado en The New England Journal of medicine
  • La ausencia de una asistencia compasiva aumenta los errores médicos. En estos pacientes se realizan más pruebas complementarias y son remitidos a más especialistas. Todo esto lleva asociado sobrediagnósticos y consecuentemente tratamientos fútiles que generan daños evitables en nuestros pacientes. La asistencia poco compasiva, además del perjuicio para la salud del paciente, provoca consumo de recursos innecesarios, socavando la sostenibilidad del sistema.
  • Los profesionales sanitarios presentan un alto grado de competencia para una atención compasiva (véase su implicación durante la pandemia por covid-19). Probablemente, es la capacidad para expresarla lo que está más comprometida. Todos hemos experimentado que cuando ofrecemos compasión no nos empobrecemos sino todo lo contrario. Se ha publicado que los clínicos mejoran su satisfacción cuando su actitud es compasiva. Además, este tipo de acciones es un factor protector frente al “burnout” de los profesionales asistenciales. En un estudio longitudinal, una cultura emocional compasiva se asoció con un menor agotamiento emocional y absentismo laboral entre el personal sanitario.

 

Un futuro compasivo

Existen demasiados argumentos a favor del círculo virtuoso que genera una atención sanitaria compasiva.

Lejos de ser antagónicas, la compasión y la tecnología pueden formar un tándem perfecto. Aprovechemos las innovaciones de la IA para ahorrar tiempo y dedicar esos valiosos minutos que nos ahorramos en ofrecerle a nuestros pacientes dosis extra de cariño, sonrisas, miradas y palabras cariñosas. Un corazón compasivo puede ser tan curativo como la más sofisticada de las IA. Quizás el día de mañana estas herramientas no solo diagnosticarán con mayor precisión, sino que también nos recordarán que los pacientes necesitan una dosis importante de compasión.

¿Humanizar la medicina o humanizar las organizaciones?

Raro es el día que no leemos alguna noticia o se describe un nuevo proyecto para humanizar la medicina. Diferentes programas con los que pretendemos poner al paciente en el centro, personalizar su asistencia y empatizar con él. Proyectos sin duda necesarios y muy útiles que debemos impulsar y fomentar. La humanidad es una senda que nunca debe abandonar la ciencia en general.

La medicina es parte de la sociedad y por ello es un reflejo de esta. A mi entender, vivimos en una sociedad más humana que en el pasado. Pero el modelo social actual facilita la despersonalización y cosificación de las relaciones y de los atributos humanos. De ahí que, en todos los foros, se esté solicitando la humanización de actividades realizadas por humanos y para humanos. Pedimos humanizar la enseñanza, la justicia y por supuesto la medicina.

La pandemia ha permitido que se haga visible a la sociedad algo que estaba oculto por el ruido. La profesionalidad y dedicación de la inmensa mayoría del personal sanitario. Todos hemos intentado dar lo mejor de nosotros por nuestros pacientes, por la sociedad y por el sistema sanitario. No solo hemos ofrecido nuestro conocimiento sino nuestra cercanía y consuelo a enfermos y familias repletas de soledad. Se han infectado más de 156.000 sanitarios. Algunos desgraciadamente lo han pagado con su propia vida física o psicológica. Sólo en el estamento médico 130 han fallecido. Mayor muestra de humanidad no creo que sea posible ni exigible. Si queremos humanizar la medicina nada mejor que seguir contando con sanitarios que humanizan.

A pesar de ello seguimos demandando humanizar la medicina. Algo parece que no cuadra.

Personalmente no me gusta emplear el término “humanizar la medicina”. Si queremos humanizar la medicina es porque la que estamos realizando ahora es inhumana o carente de humanidad. Sobre el último eslabón, el personal sanitario, recaería por tanto la mayor parte de la falta de humanidad. Me niego a pensar que todos los sanitarios que se la juegan a diario no hacen lo humanamente posible por sus pacientes. Quizás estemos errando el tiro o viendo solo una cara de una figura geométrica compleja.

Esto me lleva a un razonamiento simple, pero creo que acertado al menos en parte. Si los sujetos humanizadores (léase sanitarios) han demostrado hacerlo y a pesar de ello solicitamos humanización, ¿no estará el problema en otro sitio?

Humanizar las organizaciones

Cuando sentimos la necesidad de humanizar la medicina en realidad creo que debemos empezar por humanizar las organizaciones y por ende el sistema sanitario.

Es indispensable que perdure la sostenibilidad del sistema público y también que la empresa privada encuentre retorno a sus inversiones. Quizás no hemos sabido encontrar equilibrio entre la racionalidad económica, la presión asistencial y la atención personal.  La eficacia y la eficiencia, en muchas ocasiones vestida con el sugestivo traje de la evidencia, nos ha llevado a economizar también el tiempo, casi siempre en detrimento de la relación sanitario paciente. Son muchos los estudios que demuestran que “perder” tiempo informando al paciente genera más adherencia al tratamiento y por tanto mejores resultados en empatía y salud. A pesar de ello en la mayoría de las ocasiones prima el cortoplacismo. Importan más el número de actos que el valor que aportamos en cada uno de ellos.

En muchas ocasiones se aborda la humanización desde el sentimentalismo o la compasión. Ambos efectos, aún con buena intención, suelen ser poco efectivos. Se suelen diluir cuando el apremio desaparece. Sin embargo, es cierto que la omnipresencia de la efectividad ha postergado a un plano lejano a la afectividad, tan importante en cualquier relación humana. Me parece un punto importante tener una mirada sensible en el desarrollo de estos planes, pero sin caer en buenismo vacuo. La fundación Humans dispone de material muy interesante que nos puede ayudar a ello.

Uno de los talones de Aquiles de los planes de humanización, a mi entender, es que suelen buscar el efectismo por encima de la efectividad. Más que un cambio cultural en la organización se buscan medidas impactantes de nuevo a corto. Los planes suelen contar poco con los profesionales a pesar de haber demostrado que saben del tema. En algunos casos da la impresión de que los sanitarios son solo un instrumento para conseguir un fin. Queremos que nuestros sanitarios derrochen y demuestren humanidad con los pacientes, pero desde organizaciones en muchas ocasiones frías y poco amigables con su personal.

Me parece prioritario empezar por la base y “desperdiciar” tiempo, energía y dedicación con los que están más cerca del enfermo. Su actuación es la que el paciente percibe más próxima y por tanto es la que más impacto le generará. Difícil aportar sensación de humanidad si el momento de la relación sanitario-paciente no es lo más humana posible.

Todos son importantes

Pero no sólo el personal asistencial es importante. Todos los integrantes del sistema han de sentirse y creerse cuidadores de los pacientes y sus familias. Es igual el puesto que desempeñen. La exéresis de un complejo tumor cerebral será un fracaso si a pesar de contar con excelentes neurocirujanos no disponemos de un adecuado servicio de limpieza en el quirófano. Todos son importantes.

Disponemos de un claro ejemplo de éxito en el mundo sanitario. El modelo de Cleveland Clinic. Es un caso de estudio en las escuelas de negocio. Se propusieron: “Trabajar para ser líder mundial en experiencia del paciente, resultados clínicos, investigación y formación” (visión de Cleveland Clinic). El secreto de su éxito fue cambiar la cultura de la organización y el pilar más importante del cambio fue su personal. Invirtieron varios años y miles de horas en escucharlos y formarlos. Hoy en día es probablemente la mejor organización del mundo sanitario en este campo.

Quizás habría que escuchar a Richard Branson, magnate fundador de Virgin, cuando habla de sus empleados y reconoce: “Lo primero no son los clientes. Lo primero son los empleados. Si cuidas de tus empleados, ellos cuidarán de tus clientes”.

Para generar una medicina más humana debemos dotar nuestras organizaciones de humanismo. Recomiendo la lectura del libro “Humanizar. Humanismo en la asistencia sanitaria” de José Carlos Bermejo. Tenemos que enseñar a los alumnos que la medicina humana tiene más que ver con la dedicación que con el cumplimiento y que nuestros pacientes, como bien recomendaba Pedro Laín Entralgo necesitan no solo de nuestra aptitud sino de nuestra actitud.