Atender a pacientes sanos es difícil

Todos asumimos que la atención médica genera individuos, y por ende sociedades, más sanos. Lamentablemente no es cierto. Los condicionantes sociales de la salud son mucho más relevantes que la atención sanitaria. Se cumple en el sistema en general y en la médica en particular.

Observemos los 10 consejos de David Gordon para una mejor salud 

  1. No ser pobre.
  2. No tener padres pobres.
  3. Tener coche.
  4. No trabajar en un puesto estresante en el que no te pagan lo suficiente.
  5. No vivir en una vivienda húmeda ni de baja calidad.
  6. Tener suficientes ingresos para poder permitirte unas vacaciones en el extranjero.
  7. No perder tu trabajo y no estar en situación de desempleo.
  8. Si estas enfermo, discapacitado o desempleado, obtener todos los beneficios a los que tengas derecho.
  9. No vivir al lado de una carretera principal con mucho tráfico ni de una fábrica contaminante.
  10. Aprender a rellenar los formularios complejos de subsidio de vivienda (o los de solicitud de asilo) antes de quedar indigente.

Poco o nada que ver con la acción de las autoridades sanitarias, ni de los médicos.

Pero acudamos ahora a los consejos que tradicionalmente nos repiten para estar sanos:

  1. No fumar.
  2. Mantener una dieta equilibrada.
  3. Ser activo.
  4. Practicar sexo seguro.
  5. Si bebes alcohol, hazlo con moderación.
  6. Manejar los niveles de estrés.
  7. Tener cuidado con las radiaciones solares y proteger a los niños de las quemaduras solares.
  8. Aprovechar las oportunidades de prevención del cáncer (cribados poblacionales)
  9. Tener cuidado en la carretera.
  10. Aprender los principios de los primeros auxilios.

Aquí encontramos intervención sanitaria pero sobre todo en la investigación y en la divulgación. Nuestra salud está pues determinada de manera mucho mayor por nuestro código postal y por nuestra acción directa que por la actividad sanitaria. Así, ignorar los condicionantes reales de la salud y fiarlo todo al sistema sanitario y a la atención médica, tal como ahora la entendemos, nos lleva a ser buenos (no siempre) cuidando enfermos, pero no a evitarlos. No somos capaces de mantener sujetos sanos.

En los entornos conocidos de incremento de la cronicidad, insuficiencia de recursos y presión de los nuevos tratamientos poner el foco en la enfermedad y no en evitarla garantiza estar dando respuesta al reto equivocado. La solución al sistema sanitario no es más sistema sanitario.

Permítanme abundar en la misma idea. Las primeras líneas de Michael Marmot en The health gap : ¿Por qué tratar a los pacientes y hacerles volver después a las mismas condiciones que los enfermaron? Su respuesta es que es necesario tratar a los enfermos (en una entrada anterior ya argumentamos que si es por el mismo médico mejor) pero que debemos dedicarnos también a los problemas que enferman a la gente.

 

DEMASIADO EUFEMISMO

Llamamos sistema de salud a lo que en realidad es un sistema de enfermedad, dado que interviene poco o nada durante la salud de las personas y siempre durante la enfermedad. Lo mismo puede decirse de los seguros de salud, que en realidad son seguros de enfermedad. Las primas cubren la atención durante la enfermedad del asegurado. El sistema sanitario es en realidad un sistema “enfermitario” ordenado en torno a la enfermedad y la provisión de servicios precisa para atender esas circunstancias.

Después se nos ha convencido de que gozamos del “derecho a la salud”. Merece la pena leer detenidamente el editorial de Diario Médico del 29 de octubre de 2018 , porque es importante no confundir el derecho a la salud con el derecho a la protección de la salud o del acceso al sistema sanitario. En una sociedad cada vez más paternalista los derechos se ejercen sin responsabilidad. El cuidado de la salud es una obligación privada. Debe ser ejercida con información suficiente sobre las repercusiones de cada acto individual sobre la salud propia o de los demás.

También ha hecho fortuna la afirmación de que “no existen enfermedades, sino enfermos”. Es cierto: cada persona vive su enfermedad de una manera absolutamente distinta a otra. Por ello triunfa la medicina personalizada. Pero aún no he oído a nadie decir que no existe sanidad, sino sanos. Eso sólo demuestra que el eje sigue siendo la enfermedad, aunque su atención se le asigne al “sistema sanitario”.

Si de verdad queremos mejorar el estado de salud de una sociedad preocupémonos de los sanos y no sólo de los enfermos.

ESCUCHANDO A LOS CLÁSICOS

Ya en 1971 (ha llovido) Julian Tudor Hart, un médico general visionario, enunció su Ley de los Cuidados Inversos (The Inverse Care Law), según la cual “el cuidado sanitario tiende a ser de mayor calidad cuanto menor es su necesidad”.

Pues bien, llevamos décadas haciendo exactamente lo contrario: generar la mayor necesidad de recursos sanitarios justificándolo en ofrecer mayor calidad de los servicios y del sistema en su conjunto. En el sistema estoy incluyendo la autoridad reguladora, el aseguramiento (público o privado), la provisión (pública o privada) y la intervención de todos los agentes implicados, incluidos, por supuesto los profesionales. Hemos confundido salud con sanidad y hemos generado la ilusión de que el estado de salud de la población se estaba beneficiando directamente del incremento de recursos (asociados a sus pertinentes impuestos) dirigidos a la atención sanitaria.

La cultura hospitalista, el uso de las urgencias, la sobreabundancia de servicios superespecializados y otros tantos ejemplos pueden servir como ilustración de lo que se dice. Hemos convencido además a la población de que esas exigencias y usos son justos porque de otra manera “su vida corre peligro”.

Donald Berwick fundador del Institute for Healthcare Improvement en Avoiding overuse – the next quality frontier define calidad “como la provisión de servicios que responden a las necesidades de las personas”. Como hace Hart, vincula necesidad y calidad. Es cierto que es difícil definir qué es una necesidad y diferenciarlo de una demanda. Más en escenarios donde las circunstancias de cada persona, sus valores y su manera de ver las cosas tienden a ser más y más tenidos en cuenta. Seguro que es imprescindible la docencia pero, por favor, volvamos a Hart y hagamos que disminuya la necesidad para aumentar la calidad.

 

NO ES SÓLO PREVENCIÓN

Sin duda los programas preventivos intervienen en los sanos y se han demostrado exitosos. Vacunas, Cribados y otros programas han intervenido con éxito en la mejora de la salud. También las políticas de salud pública han sido relevantes. Podemos incluir los Programas de Atención al Niño Sano que pediatras desarrollan con éxito. Y también son innumerables los programas de educación para la salud, de divulgación de hábitos de vida saludables, de autocuidado,…

Pero, ¿son suficientes? ¿Nos permiten afirmar que estamos poniendo el eje en la sanidad y no en la enfermedad? En mi opinión: no. ¿Entonces?

 

CAMBIEMOS LOS INCENTIVOS

Los médicos debemos tener una implicación cierta en la salud y no sólo en la enfermedad. Se nos viene midiendo por la cantidad de pacientes que tratamos, la complejidad de los actos que realizamos y algunos otros indicadores de calidad (reingresos, reintervenciones,…) Nuestra carrera y nuestro prestigio está definida por la capacidad de publicar con impacto. Incluso para la investigación la cantidad esta primada.

¿Somos capaces de trabajar para que nuestros clientes no nos usen? O mejor, ¿somos capaces de trabajar para que nuestros clientes nos usen cuando están sanos? Es evidente que con los actuales incentivos a la cantidad, no. Pero, ¿sabríamos adaptarnos a un cambio de estos incentivos? Es más, ¿somos capaces de propiciarlos? Con honrosas excepciones creo que tampoco.

Hemos convertido la atención médica en una commodity, un bien de consumo. Eso ya no mejora nuestra salud. Sólo volviendo al consumo responsable de actos médicos garantizaremos mejor calidad y mejor salud. Eso precisa deconstruir el sistema e incentivar la relación médico-sano e incentivar a los profesionales cuyos pacientes tengan lo que en el lenguaje asegurador sería menor siniestralidad. En caso contrario vuelve a tener razón Berwick: “Todo sistema está perfectamente diseñado para producir lo que produce”.

 

Rubén Sanz

Dr. Rubén Sanz Cartagena

Gerente Delegación de Málaga de ASISA

Ninguna agresión sin prisión

Violencia a médicos

Los profesionales de la salud llevan sufriendo, durante décadas, una  evolución peyorativa y execrable  en su quehacer diario. Esta ha culminado con la agresión frecuente a los mismos. De una relación de reconocimiento por su trabajo y confianza absoluta  del paciente en sus diagnósticos y decisiones, se pasó a principios de los años 80 en un aluvión de demandas por responsabilidad profesional , ante la posibilidad de obtener una indemnización por algún error en la praxis, lo que derivó en el ejercicio de una medicina defensiva y en una pérdida total de confianza paciente/profesional sanitario.

Actualmente la situación es aún más reprobable. Las agresiones a los profesionales están aflorando asiduamente en los centros de salud y hospitalario.

Las agresiones a personal sanitario en Andalucía aumentan. Según cifras oficiales de los últimos cinco años lo hacen especialmente las físicas. Crecieron un 38,35% en 2017. Por ello los colegios profesionales, sindicatos, y asociaciones sanitarias piden medidas a la Junta de Andalucía para prevenir la situación.

Tendríamos que definir, qué se considera agresión a un profesional. La Organización Mundial de la Salud , define “la violencia en el lugar del trabajo como todos aquellos incidentes en los que la persona es objeto de malos tratos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, (..) con la implicación de que se amenaza explícita o implícitamente su seguridad, su bienestar y su salud” y esta puede ser la más significativa porque pertenece a este ámbito más específicamente.

Nos consta que la administración sanitaria, colegios profesionales , asociaciones sanitarias, sindicatos y demás instituciones ayudan y protegen al agredido. Ponen a su disposición formularios de denuncias para evitar acudir a comisarías,  teléfono de asistencia durante las 24 horas los 365 días del año, asistencia psicológica, etc.

Pero todo ello una vez que se produce el ataque habría que acudir al origen, a la génesis de lo que motiva este asalto.

Está publicado que la agresión es menos frecuente cuando acudimos a nuestro médico habitual . También se conoce que estas embestidas son menores en los sistemas en los que el paciente ocupa el centro de la atención.  Pero en realidad se desconocen las verdaderas causas del incremento de los ataques a personal sanitario. No obstante, de las distintas publicaciones consultadas, puede deducirse que los principales motivos de agresión  son:

  • “Demoras” en la ATENCIÓN “URGENTE” tanto en hospital como en atención primaria.
  • Situaciones de angustia por parte del agresor ante una falta de “información” sobre la situación de un familiar grave (urgencias de hospital).
  • Situaciones en las que el agresor ve frustradas sus esperanzas de alcanzar un beneficio directo o indirecto (recetas, bajas, etc.) y en las que entiende que una negativa por parte del médico es un atentado a sus “derechos consolidados”.
  • Retraso en los plazos para pruebas complementarias.
  • Desconfianza ante la actuación de los médicos.
  • Carga en la asistencia sanitaria

Ante una agresión sufrida, el profesional sanitario o el celador o el personal administrativo, que también pueden sufrirlas, deben sentirse respaldados. Deben saber que el agresor va a cumplir la pena que le sea impuesta por los Juzgados y Tribunales. No sirve de nada imponer una sanción penal que no lleve aparejada su exacto cumplimiento legal.  Eso desmotiva al agredido (sale muy barato agredir)  y motiva al agresor.

Ante las agresiones que pueden calificarse de delitos leves (las antiguas faltas) como las amenazas o coacciones leves, falta de respeto trato o desconsideración, etc pasan a ser subtipos atenuados de los respectivos delitos y sólo será perseguibles a instancia de parte, es decir previa denuncia.

Estos tipos delictivos son penados con multas. Generalmente se cumplen porque son ingresos a las arcas del Estado. Ya se encarga éste del cumplimiento exacto de la multa, con apremios, embargos y otras medidas en el patrimonio del condenado.

Pero cuando el profesional sanitario sufre una agresión de mayor reproche penal (delitos de lesiones, atentado a su persona, etc) esas actuaciones llevan aparejadas penas de privativas de libertad desde meses hasta años.

La mayoría de los ciudadanos están en la falsa creencia de entender que por ser el primer delito que comete y no llevar aparejadas una pena superior a dos años privativa de libertad, no se ingresa en prisión. Y eso es un craso error.

El Juez o Tribunal, a tenor de lo dispuesto en la Ley  Orgánica 10/1995  de 23 de noviembre del Código Penal , en lo previsto en el  artículo 80 y siguientes (sobre la suspensión de las penas) y artículo 89 sobre la sustitución de las penas, previo informe del Ministerio Fiscal, podrá acordar la suspensión o sustitución de las penas privativas de libertad. Pero si no lo acuerda, el reo cumple la pena privativa de libertad aunque sea de meses.

Recordemos un asunto penal muy mediático ( caso Malaya ). A uno de los acusados, sin antecedentes penales, le fue impuesta una pena privativa de libertad de un año y seis meses e ingresó en prisión.

A pesar de que tenía el derecho al beneficio de la suspensión de la condena, para el Tribunal “la gravedad de tal conducta resulta incuestionable y lo que se pretende conseguir es que la pena privativa de libertad cumpla su función de servir de freno a posibles conductas futuras”

Los Juzgados y Tribunales en asuntos de agresiones a profesionales sanitarios, o de cualquier otro ámbito, debieran no acordar la suspensión de la pena. Ordenar el ingreso en prisión, aunque sea por poco tiempo, analizando caso por caso. Así el agresor se pensará muy mucho su comportamiento antes  de agredir. En definitiva, que no haya una agresión a profesionales sanitarios y demás agentes que trabajan en la sanidad, sin prisión.

Eduardo Javier Martín Serrano

Eduardo Martín Serrano

Abogado

Asociación Andaluza Derecho Sanitario

El paciente en el centro de la atención. ¿De verdad?

Paciente perdido en el sistema

Aún nos queda mucho que aprender de la empresa

Nuestra vida se mueve habitualmente entre eslóganes. Nos sitúan, al menos temporalmente, como personas únicas en el centro de un microuniverso. Las empresas sitúan al cliente en el centro. Queremos para nuestros hijos colegios centrados en la persona. Damos por supuesto que la formación académica será buena. Viajamos con compañías que nos personalizan nuestra tarjeta . Nos hacen sentir en el centro con programas de puntos que nunca canjeamos. Cuando leemos el periódico online nos aparecen anuncios con ofertas de viajes.  Curiosamente centradas en lugares que intentamos ir hace meses pero que finalmente desistimos por no encontrar ofertas suculentas.

En definitiva somos presa del customer centric. Este anglicismo propone tratar a cada cliente como único y de forma personalizada. Previamente se ha obtenido el mayor conocimiento posible sobre sus preferencias, gustos, medidas antropométricas, etc. Por supuesto nosotros mismos se lo hemos facilitado a través de la red. En este tipo de abducción ya sabemos que los genios son los señores de Apple. Nos introducen en una esclavitud tecnológica difícil de abandonar.

La medicina perdió el centro

Lógicamente la medicina no debía haber escapado nunca de este panorama antropocéntrico pero sucedió.  Ya vimos en un post previo que precisamente los pacientes que son seguidos por su médico habitual tienen menos mortalidad. Una de las razones es que se establece mejor relación con el paciente. Se tiene más información y es más fácil una atención centrada en el enfermo.

Ahora todos los sistemas públicos y privados presumen de poner al paciente en el centro de la atención. Se habla mucho de la atención centrada en el paciente pero a veces con más ruido que nueces.

Recientemente, al preparar una charla a la que me invitaron en la Universidad de Málaga, comprobé algo que intuía. Es difícil encontrar una definición completa de este manido término (patient centered care en inglés).

Algunos lo simplifican tanto que creen hablar de atención centrada en el paciente por haber mejorado la hostelería de su centro sanitario. Otros lo confunden con aumentar la satisfacción, que no la experiencia. Retroalimentan así el consumismo sanitario al que la población en general nos hemos suscrito. Muchos clínicos piensan que esa asignatura se la saben pero que no la ponen en práctica por falta de tiempo (no les falta razón… en lo de la falta de tiempo claro). Algunos gestores, cortos de miras y poco ilustrados, creen que es una forma de encarecer la asistencia (para facilitarles el trabajo de búsqueda les dejo una referencia que avala la reducción en la frecuentación entre otras cosas). Los que menos realmente han realizado una catarsis en su cultura organizativa que es de lo que se trata. En general el panorama me recuerda al magnífico cuadro de El Bosco que conocemos como El jardín de las delicias. En él se mezclan alegorías fácilmente interpretables con escenas de origen incierto y a las que cada uno de los visitantes les atribuye un significado diferente.

Lo que no se persigue no se consigue

Me sorprendió que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no disponga de una definición de este concepto. Sin embrago sí lo hayan desarrollado otros organismos. Probablemente el axioma más aceptado internacionalmente sea el del Instituto Picker. Éste establece ocho puntos para colocar al paciente en el centro del sistema: respeto por las preferencias del paciente, coordinación en los cuidados, información y educación, confort físico, ayuda emocional, involucrar a familiares y amigos, continuidad al alta y buen acceso al sistema sanitario.

Cualquier clínico y paciente estará de acuerdo en la importancia de todos estos puntos. Personalmente creo que es una definición incompleta. En mi modesta  opinión hay ausencias notorias. Por ejemplo no se cita la seguridad del paciente en una sociedad en la que los errores médicos son la tercera causa de muerte y en la que la probabilidad de fallecer en un ingreso hospitalario de fin de semana es superior a cualquier día laboral. No se enumera la mejora en los resultados que nos lleven a disminuir la variabilidad clínica . Ésta conduce a tener seis veces más probabilidad de ser ingresado por insuficiencia cardíaca dependiendo de la región en la que enfermes. Tampoco hace referencia al respeto por los profesionales sanitarios que consiga frenar la escalada infame de agresiones físicas y verbales a las que algunos compañeros se ven sometidos. No he leído en la definición nada sobre la imperiosa necesidad de medicina que aporte valor y que destierre el sobrediagnóstico en un sistema sanitario en el que el 75% de las coronariografías que realizamos podrían ser evitadas según el estudio EVINCI.

De nuevo el cuadro de El Bosco se me aparece y veo muchas figuras en la pintura de significado incierto.

Existen modelos donde fijarnos

Es inteligente aprender de los que ya lo han hecho. Un ejemplo claro de organización comprometida con este sistema de atención es la Cleveland Clinic.

Hace una década quisieron dejar de ser pioneros sólo en la calidad técnica de la asistencia. Querían convertirse en abanderados a la hora de mejorar la experiencia del paciente. Es recogido magníficamente en un artículo de la revista Harvard Bussiness Review. Tras concienciar a todos los profesionales e invertir tiempo y dinero en su formación mejoraron la capacidad de escuchar, comunicar y empatizar con el paciente. Consiguieron  que cada una de las personas que interactuaban con el enfermo, independientemente de la categoría profesional, se convirtiera en un cuidador del mismo y no en un mero trabajador sanitario.

En España el Instituto para la Experiencia del Paciente es una iniciativa que ayuda a realinear las organizaciones sanitarias colocando a éste en el lugar del que nunca debió ser desubicado. Recientemente tenemos un ejemplo en el Hospital de Guadarrama  quien ha recibido la certificación “patient first” que acredita su preocupación por poner al paciente en el núcleo.

No vale con cambiar sólo la preposición

Llevamos años diseñando sistemas sanitarios para los pacientes pero sin los pacientes. No se trata de un mero juego de preposiciones donde deberíamos cambiar el “sin” por el “con”. Se trata de un cambio cultural para integrar a los enfermos en las decisiones personales, por supuesto, y en las estratégicas de  nuestro sistema sanitario.

De cualquier forma si fuésemos capaces de integrar al paciente también deberíamos plantearnos ampliar el alcance de la definición. Seguramente la comisión diseñada para acordar ésta omitió ciertos conceptos por asumir que está implícito en una asistencia de calidad. Desde el principio de los tiempos el paciente siempre fue lo más importante para el médico y miren como nos encontramos ahora intentando de nuevo buscar la ubicación geométrica del mismo.

Al final va a llevar razón Sir Alec Issigonis, ingeniero diseñador del mítico coche Mini, cuando dijo que un dromedario es un caballo diseñado por un comisión.