El ejercicio es un medicamento con efecto memoria

Hoy en día se defiende como axioma en la sociedad el aumento en las expectativas de vida de los humanos. Entre otros Google está desarrollando, bajo el amparo de su filial en biotecnología Calico, estudios para frenar el envejecimiento y para ello está destinando miles de millones de euros. La investigadora Kenyon asegura haber descubierto el gen de la muerte y se trata sólo de desprogramar esta secuencia de DNA.

En los últimos 20 años en el mundo occidental hemos conseguido aumentar la expectativa de vida de una forma notable. En España las mujeres en 1990 vivían una media de 80.5 años y en el 2010 llegaban a los 84.2 años de media. Pero hasta que seamos capaces de desprogramar el gen de la muerte hemos de buscar mecanismos por los que no sólo aumentemos el número de años vividos sino que también disminuyamos los años de mala salud. Esta ecuación hasta ahora no se está teniendo buenos resultados. El aumento en el número de años vividos lleva aparejado un incremento en los años con mala calidad de vida. En nuestro país en el año 1990 las mujeres tenían una media de 12.3 años de mala salud y estos aumentaron a 14.1 en el año 2010. Algo parecido sucede en los varones en quienes además las expectativas de vida son más cortas.

Una de las “medicinas” que más calidad de vida nos aporta, no sólo durante la duración del “tratamiento” sino a futuro, es el ejercicio. Son muchas las condiciones que limitan las capacidades del anciano, pero centrándonos en el plano físico, la sarcopenia es una de las más devastadoras. La sarcopenia  inicialmente se definió como la pérdida de masa muscular asociada al envejecimiento. Hoy en día se asocian otros parámetros como la pérdida de fuerza y el cambio en la conformación muscular. Es considerada un síndrome geriátrico que condiciona al paciente a un estado de fragilidad importante con mayor riesgo de inmovilidad y caídas.

La masa muscular se conforma en la juventud con un pico máximo a los 30 años, comenzando entonces un declinar fisiológico que se acelera a partir de la quinta década de la vida. Es fácil comprender que cuanto más en forma lleguemos a la senectud menos deterioro físico acumularemos y, siendo este imparable, nos permitirá partir de una mejor posición. Además del ejercicio físico es muy importante mantener una adecuada nutrición que nos ayude a mantener los músculos sanos.

El ejercicio es por tanto un “medicamento con efecto memoria” que nos ayuda no sólo a encontrarnos mejor en el presente sino a prevenir nuestra incapacidad a futuro.

El ejercicio salva vidas

Estamos habituados a oír recomendaciones por parte de médicos y autoridades sanitarias encaminadas a que la población haga ejercicio y las bondades que éste aporta. Todos sabemos que previene la aparición de la diabetes, la demencia, las enfermedades cardiovasculares y la obesidad. Puede que los que más hayan leído sobre el tema sepan que el ejercicio previene la aparición de algunos tipos de cáncer como el cáncer de colon. Pero es probable que, aunque muchos lo pensamos, desconozcan que incluso está comenzando a adquirir el rango de tratamiento, no sólo como pieza importante en la recuperación de un proceso morboso sino formando parte del elenco de fármacos que pautamos a los pacientes con patologías crónicas.

Está más o menos aceptado que la “dosis” habitual del ejercicio como tratamiento debería ser de unos 30 minutos diarios al menos 5 días a la semana, es decir unos 150 minutos semanales, o de 75 minutos semanales si éste es de alta intensidad. El tener un valor objetivo siempre es recomendable porque nos permite programarnos, pero a veces nos hace caer en el desánimo cuando no somos capaces de alcanzar esa magnitud. Sin embargo en el ejercicio todos los minutos cuentan. Hay estudios que han descrito descensos de mortalidad del 14% en aquellos sujetos que realizan solo 15 minutos de ejercicio diarios, aportando una media de unos 3 años más de vida. En este mismo estudio además se comprobó que por cada bloque de 15 minutos de ejercicio que vamos sumando disminuimos la mortalidad un 4%.

Parece más que razonable que hasta las personas con vidas muy ocupadas puedan disponer de al menos 15 minutos diarios para “tomar” una medicina que ha demostrado disminuir la mortalidad más que algunos de los tratamientos que la comunidad científica damos por incuestionables.

Astenia primaveral

¿Por qué algunos humanos entristecen y se encuentran débiles en este periodo lleno de luz, colorido, nuevos olores y vida? ¿Será la astenia primaveral?

El próximo 21 de marzo se da el pistoletazo de salida para que en la naturaleza surja una explosión de colores y olores que nos llena de vida y sin embargo para algunas personas se inicia un periodo de tristeza y desgana que les impide disfrutar de esta estación.

El  calendario nos traerá próximamente la época del año de mayor vitalidad, la primavera, en la que muchos animales despertarán del largo sueño que los han mantenido ausentes, en la que las plantas se vestirán con llamativos colores que atraerán a una ingente variedad de insectos perdidos en los meses de frío y en la que los mamíferos y las aves garantizan su supervivencia regulando durante años su fase reproductiva para que las crías nazcan en este periodo de abundante comida.

Y sin embargo, algunos humanos nos encontramos más cansados, débiles y tristes en esta época. ¿Cuál es el motivo?, ¿necesitamos tratamiento en esa situación?

La astenia, procedente del griego que significa carencia de fuerza, es un síntoma que denota debilidad, cansancio o fatiga que en muchas ocasiones se asocia a cierta tristeza y debilidad psicológica y puede ser la manifestación de múltiples patologías: infecciosas, endocrinas, digestivas, hematológicas, tumorales o psiquiátricas.

En algunas enfermedades es el síntoma inicial y se acompaña de otros signos físicos pero en la mayoría de las ocasiones no pasa de una percepción subjetiva que todos los mortales hemos experimentado en algún momento y que no traduce ningún estado patológico.

 ¿Por qué sucede?

Existe un ritmo circadiano en los humanos que consiste en la oscilación de las variables biológicas en un periodo de 24 horas de forma natural. Ello explica que la temperatura, la presión arterial, la frecuencia cardiaca y el estado de vigilia entre otras, varíe a lo largo del día. Un neurotransmisor, la serotonina, regula, entre otras funciones, el humor de los humanos, habiéndose relacionado el déficit de serotonina con estados depresivos. Este neuromodulador actúa en las zonas de conexión de las neuronas. Una proteína (SERT) se encarga de reintroducir la serotonina en la célula una vez que ha salido a esta zona de conexión. Ello significa que a mayores niveles de SERT menos probabilidad tiene la serotonina de realizar su función. En invierno aumentan los niveles de SERT en un mecanismo relacionado con las horas de exposición lumínica. Por otra parte interviene una hormona denominada melatonina cuya secreción se estimula por la oscuridad, induciendo al sueño y la letargia. Ambas sustancias son la batería de nuestro reloj biológico. Además durante los meses de invierno tenemos menos exposición solar, lo que condiciona menos secreción de vitamina D que está involucrada en el ciclo vital de la serotonina y se ha demostrado que su deficiencia se asocia con síntomas depresivos. Aún se sigue investigando para definir mejor la regulación de estos procesos bioquímicos pero su conocimiento nos explica muchos de los síntomas descritos.

¿Es realmente una enfermedad?

La astenia primaveral no está reconocida como enfermedad por la CIE-10 (Sistema de clasificación internacional de las enfermedades y trastornos relacionados con la salud mental realizada por la OMS). Existe un trastorno depresivo estacional que se encuadra dentro del trastorno depresivo mayor recurrente (CIE-10 F33) que en nada tiene que ver con lo que los pacientes y los medios de divulgación definen como astenia primaveral.

Por tanto cuando hablamos de esta alteración de ánimo primaveral no estamos hablando de una patología, sino de una forma adaptativa de nuestro organismo a los cambios estacionales que se vienen produciendo desde hace millones de años.

Los suplementos dietéticos

Son muchos los artículos y opiniones que circulan por la red, algunos realizados por profesionales de la salud, en los que se recomiendan distintos tipos de suplementos dietéticos como complejos vitamínicos o productos enriquecidos con Ginseng con los que aseguran que esta sintomatología mejora precozmente. Según la European Food Safety Authority (EFSA) no hay evidencias científicas que avalen estas propiedades.

En mi opinión, el mundo occidental se encuentra medicalizado fomentándose que todo síntoma tiene tratamiento. Estamos acostumbrados a tener uno o varios medicamentos para síntomas que habitualmente forman parte de nuestro desarrollo vital y que no necesariamente son parte de una patología. Cuando un estudiante tiene molestias gástricas antes de un examen es probable que se trate de una manifestación de nerviosismo anticipatorio a su prueba de conocimiento y no de un síndrome ansioso. Ante la muerte de un ser querido el periodo de tristeza en los días sucesivos es una reacción de duelo normal entre los humanos y no un siempre se necesitan antidepresivos.

Entiendo, que salvo que persista la sintomatología más allá de un tiempo razonable y que tenga una intensidad que condicione nuestra actividad cotidiana o que se acompañe de otros síntomas de alarma, tenemos que asumir que estamos ante una alteración transitoria propia de un ciclo climático al que necesitamos adaptarnos por lo que no despreciemos el valor curativo del tiempo como herramienta terapéutica inestimable.